InicioReportajes EspecialesRetropolicíacaFORTÍSIMA INDUSTRIA DEL ALCOHOL

FORTÍSIMA INDUSTRIA DEL ALCOHOL

Redacción/La Opinión de México/Sol Quintana Roo/Sol Yucatán/Sol Campeche

(Segunda de siete partes)

Ciudad de México . – Al respecto, la investigadora Zoraya Melchor Barrera comenta que en abril de 1936, se le solicitó a cada gobernador del estado secundar las acciones de la campaña antialcohólica lanzada desde la Federación, entre las que destacaba la de prohibir que en las escuelas de educación básica se entonaran canciones que mencionara el consumo de bebidas, como ”La Valentina” y “La Borrachita”.

Poco después se comenzaron a llevar a cabo ceremonias denominadas “Mensajes de Hermandad Antialcohólica” en las escuelas primarias, centradas en el intercambio de ideas, pensamientos antialcohólicos, composiciones poéticas y conferencias de los maestros. En Jalisco, se dieron instrucciones para que los presidentes municipales evitaran que los billares estuvieran anexos a las cantinas.

Pero, según otros investigadores, las cantinas proliferaban ante la tolerancia de las autoridades a lo largo y ancho del territorio nacional, sin importar que el Congreso Antialcohólico recomendara que la embriaguez se considerara una agravante cuando el ebrio delinquiera, que se sancionara enérgicamente a los maestros que ingirieran bebidas alcohólicas y que se ordenara evitar por todos los medios que los ebrios permanecieran tirados en las calles.

Así, dicen Rodríguez y Elizondo, “en México se empezó a trabajar a nivel nacional, cuando en los Estados Unidos se preparaba el fin de la prohibición, de la cual quedaron entre otras muchas consecuencias, una fortísima industria del alcohol, la que junto con el gobierno siguió haciendo campañas antialcohólicas al tiempo que se distribuía masivamente el alcohol”.

Las cantinas proliferaban ante la tolerancia de las autoridades a lo largo y ancho del territorio nacional

La frontera mexicana fue siempre una zona permisiva, cuya popularidad variaba dependiendo de factores sociopolíticos en ambos países, pero sin duda las prohibiciones en EUA incrementaron el consumo y producción de bebidas alcohólicas en el lado mexicano.

Para promover negocios y empresas en este giro comercial se produjeron en la frontera diferentes tipos de postales publicitarias para anunciar cantinas, casinos, promocionando el consumo de alcohol como sinónimo de diversión.

Algunas tarjetas parodiaban o caricaturizaban a alcohólicos extremos, señoritas mexicanas o norteamericanas ebrias, tarros y botellas con mensajes alusivos, burros y cactus.

Era común el uso de doble sentido y otras tarjetas presentaban textos y hasta poemas promoviendo el consumo de alcohol.

Muchas tarjetas mostraban clientes felices en las desérticas y calurosas ciudades fronterizas mexicanas, las cuales usaron la venta de alcohol como atracción turística.

En la ciudad de México, libre de épocas realmente calurosas, no sólo se vendía alcohol, sino que comenzó a establecerse una costumbre que se hizo “ley”: la elaboración de las botanas, ahora verdaderos alardes gastronómicos, calificados así tal vez porque botana significa remiendo de los odres, taco de madera que tapa un agujero en los barriles o parche curativo.

La primera licencia para vender bebidas alcohólicas en la capital fue firmada por el Presidente Sebastián Lerdo de Tejada, para la cantina “El Nivel”, construída en un predio bajo el cual están los restos de la pirámide de Tezcatlipoca y fundada -la cantina- en lo que fue la Real y Pontificia Universidad de México, a unos metros de Palacio Nacional.

El nombre lo inspiró el monumento hipsográfico dedicado a Enrico Martín, quien habría salvado de las inundaciones a la ciudad, que se daban con frecuencia aterradora por el crecimiento de los lagos y el desbordamiento de numerosos ríos ahora ya casi todos desaparecidos.

La frontera mexicana siempre fue una zona permisiva, cuya popularidad variaba dependiendo de factores sociopolíticos

Enrico Martín fue cosmógrafo real, intérprete de la Inquisición, astrólogo y matemático hidráulico, cuya obra colosal del desagüe del Valle de México ocupó a 471,174 jornaleros, según el investigador Mauricio Mejía Castillo, del diario El Universal.

Ese monumento, que se puede admirar en el Zócalo capitalino, representa medidas puntuales que rigen a la metrópoli, ubica la posición exacta y establece hacia qué punto cardinal se encontraban los lagos que bañaban a la ciudad de México: Zumpango, al sur; San Cristóbal, poniente; Xochimilco, oriente y Tlalocan, norte. Inicialmente la obra fue colocada en Moneda y Seminario, pero en 1924 fue movida hacia el Nacional Monte de Piedad.

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