Eridany Amate Torres, tiene sus mejillas coloradas, las rodillas un tanto raspadas, lleva 90 minutos amordazada con dos pañoletas negras en ojos y boca. Se amarró las manos con una reata de un cuarto de metro para simular una “desaparición forzada”. Hincada junto a casi un centenar de familiares de víctimas de desaparición y desaparición forzada esperaron durante tres horas ser atendidas por el presidente. Fue en vano.
Ante la indiferencia del Estado, la simulación gubernamental y el desdén militar, Eridany Amate canta hincada en las afueras del batallón militar “desapariciones” del panameño, Rubén Blades, canción que también han enarbolado el argentino, Gabriel Fernández “Vicentico” y el grupo mexicano popero, Maná: “¿A dónde van los desaparecidos?, busca en el agua y en los matorrales. ¿Y por qué es que se desaparecen?, porque no todos somos iguales. ¿Y cuándo vuelve el desaparecido?, cada vez que los trae el pensamiento”. Eridany busca a su hermano Manuel Amate, oriundo de Coatepec, Veracruz, “levantado por el narcotráfico” y desaparecido en Autlán, Jalisco, en febrero del 2018 cuando había ido de vacaciones con su novia.
En la casa de los Amate Torres, hoy no hay nadie. La madre de Eridany y Manuel, Beatriz Torres Zuleta, están en el campamento del Zócalo de la Ciudad de México desde el 4 de junio pasado, junto con familiares de desaparecidos de todo el país, en espera también de una audiencia con el presidente López Obrador. Eridany continúa cantando “desapariciones”. Hasta la fecha, no ha sido recibida por alguna autoridad que le prometa “atender” la desaparición de su hijo.
Sería hasta mediados de septiembre, cuando me encontré, sí, en otra protesta, a la mamá de Eridany y de Manuel. Charlamos sentados en una esquina del Palacio de Gobierno.

Cada 20 días, en ocasiones cada mes, Beatriz Torres Zuleta, sale del pueblo mágico de Coatepec, en una zona conocida como “El Bosque de Niebla”, toma camino al aeropuerto de Veracruz; ahí aborda un avión de la línea económica Viva Aerobús que la lleva a Guadalajara (915 kilómetros de trayecto). Ya en tierras jaliscienses solo tiene dos destinos muy definidos: la Fiscalía General del Estado (FGE), y el pueblo de Autlán de Navarro, Jalisco, lugar donde el 29 de diciembre del 2016 fue “levantado” Manuel Amate Torres, por un comando armado que, sin explicación alguna, lo bajó de una camioneta mientras su novia, Silvana Ramírez, y sus familiares solo observaron impávidos.
La rutina de viajar del Golfo de México, hacía la Perla de Occidente es repetida por Beatriz Torres, desde hace 44 meses y contando “por resistencia, voluntad y amor”. Beatriz tiene muy presente que, antes de irse de vacaciones, su hijo prometió regresar para celebrar el cumpleaños de su madre, el 2 de enero.
En la carpeta de investigación 352/2016 radicada en la Fiscalía Especializada de Personas Desaparecidas de Jalisco, el expediente ya tiene dos búsquedas, y ambas resultaron positivas con la exhumación de dos osamentas o dos “tesoros”; sin embargo, ninguna correspondió, “afortunada o desafortunadamente” -exclama Beatriz-, al perfil genético de Manuel Amate.
“En Autlán se dice, se escucha, se rumora, que es tierra de Nemesio, de ‘El Mencho’, y que, en Autlán de Navarro hay otros cuatro veracruzanos desaparecidos. Ellos, los otros desaparecidos, además de mi hijo, son de Minatitlán, unos comerciantes que tampoco han podido ser localizados”.
Los comerciantes a los que alude Beatriz Torres “desaparecieron” el 1 de febrero del 2018 en el mismo cuadrante donde fue “levantado” Manuel. Esta desaparición fue catalogada como “forzada” pues hay “sospecha” de la participación de la Policía Municipal. Nemesio Rubén Oseguera Cervantes “El Mencho” es el actual líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), organización criminal que salió a la luz pública en el 2011 y que tiene sentados sus orígenes en la sierra jalisciense.
En Veracruz, dicha organización criminal entró por la zona turística en 2012 y desde el 2016-2017 controlan casi la totalidad de actividades ilícitas de la entidad. Sobre todo, de los recintos portuarios del Golfo de México, donde han sido hallados cargamentos de cocaína, lo mismo en bolsas de papitas y otras frituras, que en la plataforma de zapatos para dama.
Autlán, saltó a la fama nacional cuando la Secretaría de la Función Pública (SFP) llevó a cabo el congelamiento de mil 926 cuentas bancarias por sugerencia de la Fiscalía General de la República (FGR) durante el operativo conocido como “Agave Azul” -nombre pomposo de un tequila lujoso-, pues esta región era de alta actividad criminal y de siembra de estupefacientes del CJNG camuflados entre siembras de aguacates y manzanas.
Algunas de esas cuentas bancarías, estaban a nombre de funcionarios municipales y del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF). La investigación -claro- sigue en curso, pero sin ningún servidor público en prisión.
El “levantón” de Manuel Amate ocurrió en el estacionamiento ubicado a media cuadra del Palacio Municipal de Autlán y muy cerca de donde se encuentra una comandancia de la Policía Municipal. Manuel apenas había llegado a la región el día 27 de diciembre, 48 horas después se perdería su rastro. “Yo tengo que estar pendiente cada 20 días, cada mes de estar al pendiente de la carpeta de investigación de mi hijo. Presionar para que no sea una carpeta abandonada (sic), una secuela nada más. Que no le salga polvo a la investigación (sic), que se integren las investigaciones que hemos hecho”, recrimina su madre.
Manuel Amate había acudido a tierras jaliscienses junto con su novia, Silvana Ramírez, dos hermanos de ella y una cuñada. En los primeros dos días todo transcurrió bien. Sin embargo, su novia notificó hasta un día después de lo sucedido a su madre. “Dejaron pasar las horas más fundamentales de la búsqueda. A mí no deja de darme coraje que hoy la familia sigue su vida como si nada, pero que hubo situaciones extrañas por las que yo exijo saber la verdad”, reprocha Beatriz Torres.
La carpeta de investigación 352/2016 señala que un comando armado, con palabras altisonantes, bajó a golpes y apuntando con armas largas a Manuel sin mediar explicación alguna. Según los testigos, el hoy desaparecido alcanzó a gritar: “¿Yo porqué?, ¡yo no he hecho nada!, ¡yo ni soy de aquí!”. El auto del joven veracruzano, un Match azul, fue retirado con una grúa de la banqueta donde vive la familia Ramírez, a petición de la suegra del desaparecido. Las pertenencias que tenía Manuel Torres -reprocha su madre- nunca le fueron entregadas.
“Vivo con una agonía que me está matando internamente, yo quiero saber la verdad”.
¿Qué creé que sucedió?, se le cuestiona.
-Era la primera vez que mi hijo iba para allá (Sierra de Jalisco) y la familia de la novia y la propia novia siguen haciendo vida normal. Como si nada, como si hubieran ido a entregar “la mercancía”. Lo demás en Beatriz Torres son dudas, son muestras de coraje y nostalgia. Beatriz porta una playera blanca con el rostro de su hijo, un joven con cejas pobladas, tez blanca, pelo a ras de la cabeza y una camisa azul cielo, orejas prominentes y espalda ancha.
La Fiscalía Especializada de Desaparecidos de Jalisco ya logró detener a una persona involucrada. En su declaración ministerial confesó de varios “levantones” a jóvenes que fueron privados de su vida. Nunca pudo aclarar si entre ellos se encontraba Manuel.
“Yo exigí esas búsquedas. Hay un detenido, él nos dijo de una brecha y que ahí se los llevaban, y ahí los hacían en ácido y les daban el tiro de gracia. En una brecha se encontró un tambo, donde hacían sus fechorías. Disolvieron personas en ácido”.
Torres Zuleta se siente un tanto decepcionada del presidente Andrés Manuel López Obrador, pues asegura que, pese a qué en campaña, su estandarte de bandera fue dar prioridad a la localización de personas desaparecidas, la realidad ha sido completamente distinta. Beatriz y medio centenar de familiares de desaparecidos provenientes de todo el país montaron un campamento en el Zócalo de la Ciudad de México el 4 de junio para exigir una audiencia con el presidente; exigir un recule en el recorte presupuestal para búsqueda de desaparecidos; hacer un programa más eficiente para la identificación de cuerpos en fosas clandestinas y dinamizar a las policías ministeriales para la búsqueda en vida de desaparecidos.
La audiencia con López Obrador nunca se llevó a cabo, la única recepción con una comisión de familiares de desaparecidos se realizó con el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, quien escuchó las quejas por horas. El campamento sería levantado más de un mes después y como premio de consolación a los familiares de desaparecidos se les concedería la remoción de la titular de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), Mara Gómez.
“No la queríamos, Mara Gómez nos revictimizó mucho tiempo, se logró la destitución, pero hoy no hay una dirección, nuestra siguiente misión es que haya un comisionado responsable de la CEAV. El gobierno sabe que los familiares en resistencia hemos soportado granizadas, temblores, pero no dejamos de resistir, no dejaremos la lucha… queremos ser escuchadas, atendidas”.
Beatriz Torres, está consciente que hoy ha descuidado al resto de su familia por andar en la lucha, pero sus otros dos hijos ya también participan en plantones de desaparecidos, lo mismo en el zócalo de Xalapa que en las visitas presidenciales de López Obrador a Veracruz: “Es necesario hacerlo, porque las autoridades no hacen nada”.
Aunque Jalisco es mundialmente conocido por su tequila, por ser cuna del mariachi, por sus dos perlas tapatías: Guadalajara y sus edificios coloniales; Puerto Vallarta y sus playas cuasi cristalinas; por sus mujeres hermosas y por el equipo de fútbol Chivas Rayadas, el único club que juega con puro mexicano –algo así como el Atlético de Bilbao, pero de Latinoamérica-, el resto de sus municipios son un auténtico infierno a merced del narcotráfico. Ayer el llamado Cártel de Guadalajara, durante mucho tiempo el Cártel de Sinaloa y hoy el Cártel de Jalisco Nueva Generación.